Él, bromas.
Soy el bromista de aquí y me pinto la cara riendo (¿o llorando?). Hay cosas escritas en las paredes, los espejos, por todas partes de esta celda. Por ejemplo: “anoche soñé con caníbales en un elegante restaurante en Europa. Había platillos que daba dolor solo verlos: una navaja sostenía pequeños perdigones de carne humana, un platillo que se comía al atravesar pellejo condimentado con una espuela se servía en una mesa rodeada de gordos con monóculos y mujeres con cigarrillos en pipeta.”
La misma letra, pero en otro color: “También soñé con una tribu en un desierto, quienes decapitaban sus víctimas poniéndolos sobre caballos, con sus manos atadas detrás de sus espaldas, mientras sus cuellos estaban sujetados a una soga socada en un árbol de Guanacaste; cuando los caballos cabalgaban lo suficientemente rápido, las cabezas se partían del cuello, haciendo un sonido crujiente mientras la sangre se derramaba sobre la bestia y la arena y tierra, pedazos de columna y pellejo saltando frente al sol de mediodía”.
Me atrevo a preguntarme quien habría escrito estas pequeñas historietas, escritas por toda esta celda, pero a veces, antes de despertar, estoy casi seguro de que soy yo quien las escribe. Pero al mismo tiempo, se que esto es una vanidad absurda, ya que nunca he aprendido a leer o a escribir. Solamente a hacer bromas y chistes.
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